domingo, diciembre 24, 2006

"Jamás podría habérmelo imaginado, pero lo hizo." (Johnny C. Nelson)
Tenía un buen sombrero. Un jodido buen sombrero y dos botas con espuelas. Botas con espuelas, patillas largas y, por supuesto, un fiel caballo. Un caballo llamado Chapas. Era tan leal, el viejo Chapas. Fueron compañeros siempre, buenos amigos hasta la hambruna del '85, cuando Johnny C. Nelson no pudo alimentarlo más, de ninguna forma y ambos murieron de hambre (debo decir que Johnny murió antes), pero eso es otra historia. Volvamos a Johnny y al caballo.
Nuestro héroe, ése viejo bandolero, se servía también de dos pistolas falsas, bastante bien logradas, que hacían su función correctamente. Como decía J. C. Nelson:
"El dinero o le pego un tiro -les pedía amablemente, ja, ja- y, como era de esperar, ¡nadie me pedía lo segundo!"
Con un buen saco de dinero, dos pistolas, y ni una jodida bala, Johnny atracaba un banco tras otro, llenando sus bolsillos de billetes y vanidad. Pero, como nada dura eternamente, un día el jodido cabroncete se encontró con un problema. ¿Una tontería? Bah, simplemente Johnny no tenía ni puta idea del índice de suicidas tan enorme que existía entre los diversos empleados del negocio bancario. Y, evidentemente, le pilló de sorpresa cuando el tipo eligió el disparo.
"¿Cómo coño iba yo a saber que el tipo era un suicida en potencia? Mierda, me tuvo que tocar a mí. Menos mal que además de dos putas pistolas falsas, tenía dos putas piernas. Y me sirvieron, ya lo creo que me sirvieron. Lo peor de todo es que tuve que aguantar al hijoputa del cajero corriendo detrás rogándome y suplicándome que le pegara un tiro. Santo cielo, si llego a saberlo..."
"Sí, hay que estar gilipollas. Pero bueno, es normal, según cuentan. Ha habido tantos atracos y sigue habiéndolos, en los cuales muere más de uno que... en fin, es normal, es normal. Es lógico que la comunidad suicida internacional quiera pillar cacho."
"Ah, no, no. Qué va, a mí no me vuelve a pasar, yo ya estoy sindicado. Pero... ¡ay! del que le pille. Y los novatos... bueno, yo era un novato, así que ya sabéis: sindicaros."
"¿Que qué les diría a los que son jóvenes y están empezando? Pues nada, que quieran mucho a sus amigos, que hagan mucho el amor con quien amen, y... que se sindiquen, claro, que se sindiquen. Hoy en día eres atracador, y bueno... si no estás sindicado, ¿cómo vas a velar por tus derechos? ¡Es de locos!"

Dicen de Adonis que era to bello,
Dicen de Adonis,
Dicen.

viernes, noviembre 17, 2006

El grito

Camino por la noche. Sólo o acompañado. Y entonces, un grito. Desgarrador y agudo. O tal vez gutural y seco. Un grito de sufrimiento. De dolor. No hablo de gemidos. No hablo de alguien que está teniendo el mejor orgasmo de su vida. No. Hablo de angustia. Hablo de miedo. De terror.

Hemos perfeccionado nuestros sentidos de manera que damos importancia únicamente a aquello que, o bien queremos sentir, o bien no podemos evitar sentir. El choque frontal que hemos presenciado hoy. Un susurro sobre algo que no es asunto nuestro pero nos interesa. Una información valiosa o mucha sangre inofensiva. Nos gusta mirar. Pero no siempre nos gusta que nos miren. Al menos, no sin que lo sepamos. Y nos gusta presenciarlo todo. Pero no siempre participar.

Voy pensando en mis problemas. Voy hablando con mis amigos. Voy recordando mi buen día, o lo bien que lo pasé ayer. La sonrisa de una persona que me vuelve loco. Alguien que quiero que está pasando un mal momento. Y, evidentemente, no voy a detenerme para descubrir de dónde viene. No voy a correr hacia ese peligro inminente. No voy a quitarme mi ropa, para sacar a relucir mi capa roja y mis mallas azules con calzón rojo encima. Ni soy tan hortera ni tan solidario. Prefiero hacer como que no he oído nada. Como que no están pegando una paliza a alguien en la calle paralela a la mía. Como que no están tratando de violar a alguien dos calles más adelante. Como que no están sacándole los ojos a un tipo en algún lugar a mi alrededor. Como que no están arrancandole la ropa a una tía cerca mía. Sé que todo sucede cerca, pero no sé en dónde exactamente. Y, aún así, sé que lo encontraria si quisiese. Pero no soy tan solidario. Ni tan temerario.

Ahora que lo pienso, tengo un problema. Pequeño o grande me carcome. Mi problema se debe al fallo del control de mis sentidos. He dejado de tenerlo, y ahora sí oigo los gritos. Y no sé qué hacer. Y me dan ganas de correr en dirección a ellos. No creo que esto sea sano, pues yo no soy tan temerario. Ni tan valiente.
Lo que es, es. Lo que no, pues lo mismo.

Lo que una marsopa es:

Una marsopa es enorme. Para empezar. Y tiene un color grisáceo lleno de vitalidad. Es elegante. Inteligente. Seductora. Y sabe cuándo sobra. O cuándo dar el siguiente paso. En una relación de amor. De amistad. O en una destrucción masiva de la civilización occidental. No practican negocios, porque tienen dignidad. Son muy dignas, las marsopas.

Lo que una marsopa NO es:

Pequeña. Chiquitita. Eso no, para nada. Rosa chicle. Hortera. Idiota. Pesada e inoportuna. Incapaz de entender las indirectas. O de completar un sudoku. Salidorra. Capitalista. Moderna. Civilizada. Aburrida. No ven pornografía pero se masturban sin problemas. Son muy dignas, las marsopas.

miércoles, noviembre 15, 2006

[...] marinero


Estoy caminando, mirando hacia ninguna parte. Y, de repente, te veo. Sentada en el autobús. Leyendo. No sé qué estás leyendo. Pero sé que estás allí, sentada. Y sé que yo estoy aquí, caminando. Y, en este preciso momento, me gustaría estar en otra parte. Me gustaría haber pagado un viaje de autobús (o no). Lo que quiero decir es que me gustaría poder interrumpirte. Me gustaría hacer que dejaras de leer. Me gustaría poder encontrar las palabras adecuadas. Porque nunca las encuentro.

Y entonces, nos miramos. Yo no sé qué decir. Tú no sabes por qué nunca digo nada. Y, en fin, nuestras conversaciones transcurren sin palabras. A veces, sólo a veces, hablamos. E, incluso, hemos llegado a darnos la mano. Nos hemos sonreído infinitas veces, y nos hemos contemplado. Y, en un roce, hemos llegado a comprender algo. Pequeño o grande, ese algo nos une.

AAAAAAAAAARRRRRGGGGGGGGG.*

*Por cortesía de una burbuja.


Tras cada ventanilla del autobús, se esconde un secreto horrible. Un secreto inconfesable, e inconfesado. Algo que nunca le contarías al psicólogo, ni a la panadera, ni a tu mejor amigo, ni a tu imagen en el espejo, ni siquiera a la pasta de dientes. Tampoco a tu pareja ni a tu madre, evidentemente. Cuando la gente desaparece de tu vista, cuando no ves a nadie, cuando no hay nada que aparente estar vivo (ni siquiera pasta de dientes) sólo entonces, puedes atreverte a gritarlo, para seguidamente echarte a llorar.

Tengo un plan. Un plan infalible. Y me he decidido a contároslo. Os lo cuento porque ya no tiene relevancia. No tenéis escapatoria. Y yo quiero ser un malo como los de las películas. Un villano clásico. De esos que siempre cuentan sus sórdidas intenciones antes de ejecutarlas. Pero, al contrario de lo que suele ocurrir con ellos, a los que un superhéroe o algo parecido atrapa, yo alcanzaré mis metas. Veréis: yo ya no quiero mi secreto. No quiero guardarlo, ni soltarlo. No quiero llorarlo en silencio. No quiero sentirme acosado por la almohada cada noche. Tampoco pienso dejar que en mi pecho se acumule una carga demasiado enorme para alojarla, otra vez más. Y, por fin, he sacado fuerzas de donde no había para tomar mi última decisión: he decidido que tengo que mataros. A todos. A cada uno de vosotros. De quienes habéis formado parte de mi vida, que habéis llenado de alegrías y tristezas mis días. Estoy harto de vuestra insidiosa nariz tras mi espalda. De vuestros suspiciosos ojos en mis hombros. No quiero daros más explicaciones que éstas que ahora os escribo. Porque ya sabéis demasiado. Habéis acumulado demasiada información. Y estoy aburrido, hastiado, cabreado. Y vosotros, muy pronto, estaréis muertos. Porque sólo cuando nadie sepa nada de mí, sólo cuando no quede nada que me haya visto crecer, reír o llorar, o explotar de furia; seré libre. Seré libre y seré desconocido. Seré el héroe anónimo de mi propia existencia. Lo que haga después será tan sólo cosa mía. Quizás me pegue un tiro, o quizás me lance al mar, no debería importaros.

La sola circunstancia que te permite hacerlo, es el momento en que lo único que ves es aire; o te sentirás observado. Ni siquiera con los ojos cerrados: o te sentirás observado. Tras las palmeras se esconden ojos. Entre los matorrales se esconden ojos. Ahora lo sabes: siempre te sentirás observado. Aunque agaches la cabeza, o mates a tus vecinos, o destruyas a todos aquellos que crees que podrían juzgarte: no estás solo. Tú, dentro de ti, te miras, te odias, te culpas, te gritas, te empujas, te pegas. Lo siento, no supiste apreciarlo: Tú sois Demasiados.

Es totalmente posible. Puedo convertirme en un Don Nadie de verdad. Cuando quiera. Ni siquiera tú podrías reconocerme, al igual que te cuesta reconocer a alguien que ha cambiado de imagen. Puedo ser anónimo y no podrás evitarlo. No me creo tus cuentos. Joder, no eres quien para darme consejos. Ni tú ni nadie. Sólo un objetivo más en mi lista. Apuntaré y dispararé.
Una pequeña diferencia

Cualquier día a cualquier hora. En cualquier momento y en cualquier puto lugar. Camina por la calle hacia donde sea. Y esos tipos del coche, los que van con su mono azul lleno de pintura, en fin, te comerían la regla a cucharadas.

Sigue andando y crúzate con un tipo con traje. Elegante. Y con corbata. Un gilipollas. Te mira y, en cuanto le devuelves la mirada, aparta la suya. Ya puedes continuar.

Sigues tu camino y hoy se han alineado los planetas, como cada día, para que seas la tía buena más tía buena que pase por ese lugar en ese preciso momento, justo cuando ese tipo te grita que a dónde vas tan solita. Que vayas con él. Joder, y ni siquiera te ha ofrecido caramelos. Hoy en día ya nadie tiene caramelos que ofrecer. Ahora tienen la punta de su polla, que te indican que les comas. Y no lo haces. Bastante al contrario, le enseñas tu dedo corazón y le dices que más quisiera, y te vas. Esos tipos normalmente no dicen nada cuando les mandas a la mierda. Aunque siempre los hay más peligrosos. Los hay que te pegan. O que tratan de obligarte a que hagas cosas que no quieres. Los hay que... en fin, aún quedan unos metros hasta tu meta.

Y qué culo. Vaya tetas. Y a ti lo que te hace falta es un pollazo en la frente. Y te comerían hasta la goma de las bragas. Muñeca. Nena. O lo que sea. La verdad es que nunca has oído hablar a dos carniceros acerca de sus piezas. Pero piensas que debe parecerse bastante a todo esto. A este mercado de carne en el cual eres una pieza más sin saberlo. Y sin quererlo.

Pelo castaño. Rubio. Negro. Pelirrojo. Piel morena. Piel pálida. Labios finos. Labios carnosos. Labios gruesos. Ojos grandes y ojos pequeños. Delgadez extrema u obesidad. Cuerpo 10. Medidas 90, 60, 90. Estás demasiado gorda o demasiado delgada. Tienes que engordar. O adelgazar. O fortalecer esos glúteos con estos ejercicios. Porque no eres lo que tienes que ser, porque no eres más que tú misma. Y si pretendes ser algo en la vida, ya puedes estar olvidándote de todo eso. De ese rollo de ser tú misma, de todo eso de olvidar los complejos, de olvidar el físico. Ah, ¿ya lo haces? ¿Así que ya te has dado cuenta? Vaya, tienes que entrar en la talla 36. Pues nada, manos a la obra. Tú puedes. Puedes ser una progre con implantes de silicona que apadrina a un niño del tercer mundo. O puedes ser una mujer casada, cristiana apostólica romana y con los labios como un par de ristras de chorizo. Carne. ¿Lo recuerdas?

Después de que sepas lo guapa que eres, o la boca que tienes para comer pollas, o lo bien que tienes que follar, o cómo te colocarían una bolsa en la cabeza para no verte la cara y metértela hasta el fondo, después de todo eso, llegas a tu meta. Y ahí está ese tipo mirándote sonriente. Le sonríes y le abrazas. Puede que sea un capullo pero te miró a los ojos desde que le conociste. Puede que sea gilipollas pero podías hablar con él. No estabas en su lista de la compra, y sigues sin estarlo. Pero ahora le estás dando un beso y después él te pregunta qué tal todo. Te mira a los ojos un buen rato, en silencio. ¿Qué pasa?, te da por preguntar. Y entonces él sabe que en realidad estás harta, cabreada y rabiosa. Y tú le tienes que contar el por qué. Y la sonrisa de ese palurdo, de ese capullo que nunca fue a fiestas en casas grandes con piscina y gente sobándose, el idiota al que nunca nadie invitó a la bacanal de fin de curso o a su cumpleaños en su chalet, bueno, pues desaparece un momento para mostrar un gesto grave. De odio. De impotencia. Y dice: les mataré. Y vuelve a sonreír y ese gesto desaparece de su cara como si nunca hubiese estado ahí. Vuelve a sonreírte y te pregunta otras cosas, y tú le preguntas otras cosas. Y habláis y esos tipos asquerosos, momentáneamente dejan de existir. Hasta el tío del traje, que en realidad no te dijo nada, ni hizo nada, que realmente nunca hace nada. Bueno, él es elegante, él tiene un empleo estable y que le proporciona grandes sumas de dinero. Él se paga sus cenas en restaurantes de cuatro y cinco tenedores cada día, va al gimnasio más pijo de la ciudad y viste con las marcas más caras. Y le raja los muslos a una prostituta colombiana de doce años, mientras se la folla en espasmos, violentamente, mientras la cabeza de ella choca contra la pared. Y nadie dice nada. Y nadie hace nada. Pero tú sigues necesitando un pollazo en el coño.

viernes, noviembre 10, 2006

Un buen amigo

Cuando ese buen amigo tuyo te dice que ella es muy guapa, o que es muy atractiva, o que está muy buena. Cuando te felicita por estar con una chica tan simpática y tan mona, cuando te da la enhorabuena y te dice que seguro que tiene que ser genial en la cama, bueno, lo que quiere decirte realmente es que se la tiraría. Muchas veces. Que está deseándolo.
Lo que quiere decirte es muy simple. Quiere decirte que se la follaría. Ahora mismo, si se dieran las circunstancias propicias y ella estuviera de acuerdo. Si él no estuviera con, y ella no estuviera con, entonces, si ella se dejara, follarían.

Cuando estás hablando y él no te mira a ti, la mira a ella, bueno pues, ya sabes. Cuando le agarra las manos amistosamente y se ríe tan tontamente con ella, olvidando que estás ahí, entonces es cuando recuerdas aquella conversación. Aquella en la que te felicitaba. En la que te daba la enhorabuena.
Cuando sabes que ella aprecia su sensibilidad, cuando él también lo sabe, cuando ella va a la playa con él, con ese bikini suyo que le queda tan bien y él la mira, bueno, pues ya sabes. Cuando la mira, en fin, tal vez esté pensando en su inteligencia. O tal vez no. Es muy probable que esté pensando en su bondad, bondad, éticamente hablando. Pero puede que no. Tal vez le está mirando el culo. Le está mirando las tetas. Y las piernas. Y el ombligo. Y su entrepierna.

¡Vaya! -Rápido: mírala a los ojos.- ¡Oh! -Vamos, dáte prisa, que no se de cuenta.- Joder. -¿Pero qué estás pensando? No olvides mirarla a los ojos. Si no quieres que te descubra, si no quiere que sepas lo que eres, entonces mírala a los ojos. Si no quieres que note tu erección, entonces, simplemente, mírala a los ojos. Si no te apetece que sepa que piensas con la polla, aún, entonces mírala a los ojos. Venga, no es tan difícil. Vamos, puedes hacerlo. Quizá... si ella y tu amigo lo dejan, o quizá si a él le entra una enfermedad terminal. O se tiene que mudar a otro continente. O si se va de voluntario a África. O si lo atropellan. Quizá entonces puedas tirártela. Si ocurre un malentendido y ella le deja, entonces, cuando esté llorando, agárrala suavemente. Susúrrale al oído. ¡Bingo! Ya la tienes.

Venga, ya puedes tirártela.

martes, noviembre 07, 2006

El Vórtice y el Mito de la Realización Personal

Por tu cabeza bailan su danza macabra todos esos recuerdos. Todo aquello que te ha llevado hasta donde estás ahora. Sientes asco. Y miedo. Sientes indefensión, tu respiración se hace más profunda, y ya sabes lo que viene. Cuando el hueso hioides y la laringe se elevan, tirando del esfínter cricoesofágico, abriendo éste, tu madre solía preocuparse por ti, siempre que no estaba pegándote. El malestar te invade y te suda la frente. La glotis se cierra, pero no así la mano de tu padre, golpeando tu cara, al ver aquellas notas de cuando cateaste seis asignaturas aquel primer curso de la Educación Secundaria Obligatoria. Te amenazaron con no regalarte nada por Navidad, pero no era ése tu mayor temor incluso teniendo en cuenta que todavía dabas importancia a ese tipo de cosas, y todo eso ocurre mientras el paladar blando se levanta para cerrar las fosas nasales posteriores. Las lágrimas corren por tus mejillas, y te parecen sucias, tan sucias como las disculpas del cabrón de tu padre, asquerosas como el cariño de tu madre, o las bofetadas que te daba antes de que su marido te pegara a ti, y luego a ella. Y después, una contracción fuerte hacia abajo del diafragma. Y aquella chica que te gustaba pegándote una bofetada porque creyó que eras tú quien le había tocado el culo, mientras otro chico reía a pocos metros.
Todo esto ocurre simultáneamente con la contracción de los músculos abdominales, comprimiendo el esófago entre dos grupos de músculos y aumentando la presión intra gástrica hasta un nivel elevado, pero no tan elevado como para quemar todas aquellas veces que tus amigos jugaron a llamarte "gordo", y a pegarte puñetazos en la barriga. Se relaja el esfínter gastroesofágico permitiendo la expulsión del contenido gástrico, de la sangre, del odio, de la insatisfacción, de la venganza nunca cumplida, de aquel tío enorme estrujando tu cuello porque hiciste llorar a su hermana, de tu hermana llorando porque la tiraron del columpio, de cuando tú la tiraste del columpio dejándola sin respiración. Esos momentos que creías olvidados y que ahora están pidiéndote explicaciones.

Todo ese contenido gástrico y todos aquellos buenos ratos bajo el agua, en los cuales pensaste que lo último que verías en vida sería el azul clorado del agua de una piscina, mientras varias manos te sumergían la cabeza, entre risas. Las amenazas de tu padre de largarse, o tu madre diciendo que se suicidaría. Ambos gritando en diferentes momentos, con cariño el "te voy a matar" que todo progenitor dijo alguna vez en su vida a su descendiente. Ojos inyectados en sangre y saliva blanca pegada al labio. La palabra "Mamá" ahogada bajo ráfagas de amor y tirones de pelo. El labio de tu madre partido y aquellos amigos del apartamento en la playa que se reían de ti y te pegaban. Que te decían maricón. Que te dijeron lo maricón que eras por abrazar a un amigo. O algo así. Con cada tropezón que escapa de tu boca, recuerdas cuantas veces pensaste que serías maricón de verdad, que en el fondo tenían que gustarte los tíos, sólo que tú no lo sabías. Que las chicas no te gustaban de verdad, que la que te gustaba no te gustaba de verdad. Que los insultos dolían, pero más dolía estar sólo.

Un hilillo de baba llega hasta el fondo de todo ese amasijo de momentos amarillento del fondo del váter, entre trocitos de maíz y tomate del almuerzo. De tu batalla perdida entre la fuerza de voluntad y la desesperación, del corazón roto y la indiferencia de quien amaste con todas tus fuerzas, y creíste ver correspondiéndote. Sin ver nada, con los ojos empañados en lágrimas, vuelve otra bocanada de aire. Y la bilis vuelve a hacer de compañera de tus gargajos, cada vez más acuosos. De la baba y poco más, pues hace rato se acabó la comida. Ya queda poco sólido de lo que tirar, y casi podría decirse que te asustas. Te asustas porque piensas que lo próximo que salgan serán tus tripas. Y quizá con ella, todos aquellos secretos inconfensables, todos aquellos motivos por los que te odiaste y siempre te odiarás. Lo que no puedes perdonarte. Lo que piensas que nadie perdonaría. Todos aquellos besos por amor y todos aquellos vacíos que no supiste realmente por qué diste. Pero los diste. Aquellos roces que no te hacían pensar en la persona que tenías delante, que no te hacían tener deseos de mirarla a los ojos. Pero que a pesar mirabas a veces, para no ver nada. Los días en que el sexo era una necesidad básica y tus deseos insatisfechos provocaban úlceras en tu cabeza.

Ahora que ya lo has escupido todo, ahora que estás tirado en el suelo con los ojos en blanco, convulsionándote y a punto de morir por deshidratación, debo decirte que no era para tanto.
Que tampoco lo pasaste tan mal, al fin y al cabo. Que no viviste tantos años como para quejarte tanto, joder.

Necesito decirte esto ahora que realmente tiene sentido. Necesito decirte aquí y ahora todo esto, porque es cuando realmente puedo tener la seguridad de que sabes que tu muerte es sólo una muerte más.

Antes de que lloren por ti tu familia, tus amigos y todas aquellas personas que creían que lo eran, antes de que lloren todas esas chicas a las que gustaste, antes de que se alegren con cierta amargura toda aquella gente que te odiaba, y por supuesto antes de que el corazón de quien te ama profundamente parezca vaciarse de repente y para siempre, entre llantos, rabia y momentos de asfixia, quiero que sepas que todo eso que nunca dijiste, que no apuntaste en un diario, que no contaste a la persona que más querías, aquello que era inconfesable, pues bien, nunca se sabrá. Nadie contará tu historia porque tú mismo no lo hiciste, y por eso tu biografía podrá resumirse en tres líneas. "Algo es algo", podrías pensar. Aunque eso no se llama biografía. Aunque se llame "esquela".

D. Tal de tal y tal
Falleció tal día de tal mes del año tal
Funeral el día tal del mes tal

Si se encuentra material terrorista o de pornografía infantil en el disco duro de tu ordenador, ganarás mil puntos, y estarás más cerca de salir en televisión. Si alguien confiesa que la violaste, o que le dabas palizas, o que la engañaste para abusar de ella, ganarás otros diez mil puntos. Si alguien se suicida por no soportar tu muerte, ganarás cien puntos. Más o menos. Si dejaste escrito por ahí algún texto que pueda considerarse tu filosofía de vida, o tuviste alguna banda de rock, entonces quizá haya gente que quiera imitarte. Quizá tengas fans. O un culto. Secreto o popular, clandestino o famoso. Quizá satánico, o quizá simplemente religioso. Quizá haya alguien que te incluya en la sección "Filosofía" de su página web personal.

Pero dentro de unos cuantos años, cuando los gusanos se hayan comido tu cuerpo, cuando todo el mundo pueda estar seguro de que los coleópteros y lepidópteros han hecho bien su trabajo, entonces ya no quedará nada de ti. Cuanto más hablen de ti, cuanto más te expliquen, quizá menos quede. Quizá ya nada de lo que cuenten pasara de verdad, tal vez es que se lo hayan inventado. O quizás no lo entendieron bien. Y si aún existe alguien que te eche de menos de verdad, o en cuya memoria sigas estando tú, entonces es posible que ya no quiera recordarte, que haya tratado de olvidarte. Que prefiera no pensar en nada relacionado contigo porque podría empezar a llorar otra vez. Y de una puta vez entenderás porque los más poderosos son quien menos sentimientos tienen, quienes pueden matar a más gente con el mínimo esfuerzo. Entenderás que su poder consiste en olvidar. O, en fin, en recordar lo que les da la gana.

lunes, octubre 23, 2006

Bobby

Siempre se metían con él en el colegio. Le insultaban, agredían y, en fin, tocaban las narices (entre otras cosas peores). Todos eran tan superficiales. Las chicas pasaban de él o le compadecían, y los chicos, en fin, tenía muy pocos amigos. El resto se metía con él o le marginaba de alguna forma.

"El mundo es redondo, al fin y al cabo", penso Bobby.

Bobby era gordo. Gordo, tierno, blandito. Y con gafas. Así era Bobby, todo un cielo. Todo un cielo que miraba los atardeceres, soñaba con amar y ser amado, jugaba a videojuegos, veía pornografía, se masturbaba pensando en su prima mayor por parte de madre e imaginaba que torturaba y masacraba a todo su instituto.

Odiaba al mundo por discriminarlo, y el mundo lo odiaba a él basándose tan sólo en sus prejuicios y en la lógica consumista de la moda y la falsedad. ¡Qué placer le provocaba la fantasía de la destrucción! Imaginarlo todo ardiendo...

Amaba a su prima y ella lo ignoraba todo por completo. Era una chica comprensiva, amable, preciosa, que trataba a Bobby mejor que nadie. Le escuchaba, comprendía, y hablaba. Y también se la ponía más dura que el pan después de una semana en la cesta. Hacía algunos años, se había paseado desnuda delante de Bobby como sin darle importancia. Él era pequeño, y ella no se imaginaba lo que una mente infantil puede maquinar. Se paso un año haciéndose cinco pajas al día pensando en ella.

Cuando el astro se tiña de sangre

Una vez un pájaro fue disparado por un cazador estúpido y derramó toda su sangre sobre la tierra. La roja mezcla tiñó la Luna de pasión al salpicarla, y de noche todo el mundo lloró sobre las carreteras, bailando una lenta monotonía rítmica, con muecas horribles y lágrimas de cobre.

domingo, septiembre 24, 2006

Elder & Elder
Elder. Y Elder. Dos hombres de traje y corbata. Dos buenos hombres. Dos trajes. Dos corbatas. Camisas, pantalones y zapatos. Viviendo una vida difícil en un mundo difícil. Con sus maletines, sus pelos repeinados y sus trajes cuidadosamente planchados. En sus habitaciones modestas, con sus comidas modestas. Cada día, poco después de levantarse, casi sin desayunar, salían a hacer la calle. Todos los días. Como el cartero, sin importar si llueve o nieva. Sin importar si hay tormenta o granizada. Poco después de rezar sus plegarias, salían y repetían la misma faena de todos los días. Siempre con extraños. Sin sentimientos. Sin confianza. Con palabras ensayadas, gestos ensayados, miradas ensayadas... una vida que no se vive. Una muerte que no mata. Un suicidio lento, descafeinado, sin pasión, sin locura. Con un arrepentimiento sutil, pero permanente. Con una cobardía impasible y una resignación estoica casi cómica.
Un día, mientras almorzaban, sentados en un parque, observaron a Lulú, una bonita caniche rosa. Supieron de su nombre por el sonido delicioso y afrodisíaco que manaba de los labios de su dueña al llamarla. Su dueña era una mujer esbelta y atlética, de pechos voluptuosos y piernas interminables, con unos labios carnosos, unos dientes blancos como de porcelana, y un olor a frutas del bosque en una melena que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Oh, qué cuello suave. Oh, qué vientre perfecto. Oh, sus manos... Llamaba dulcemente a Lulú, la cual jugueteaba con una pelota. Una pelota también rosa. Enseguida quedaron prendados de ella. Ambos. Elder se enamoró al instante. Y también Elder. Qué elegancia, qué gracia. Sus movimientos, su boca, su nariz y sus ojos. Todo en ella era perfecto. Al instante supieron que tendría que ser suya (de ellos) y que harían lo que fuera por conquistarla. Jamás habían visto algo igual, y babeaban y se masturbaban sólo con el recuerdo.

Hablando y hablando del tema, Elder & Elder trazaron un plan para conquistarla. Le regalarían algo, no sabían aún qué, especial, y le harían una oferta que ella no podría rechazar.

¿Qué crees que podríamos comprarle? -preguntó Elder- No se me ocurre nada.
No sé. ¿Te has fijado en esa perrita? -contestó Elder- quizá... regalándole un hueso muy bonito, un hueso precioso con el que la perrita pudiera jugar siempre... ella no podría rechazarnos.

¡Eres un genio, Elder, amigo! -exclamó E., loco de alegría-. Podríamos aprovechar la excusa del hueso para hablar con esa pedazo de hembra y hacerle nuestra oferta, Elder. Nuestro matrimonio poco convencional. Nuestro triángulo amoroso.

Y así lo hicieron. Compraron el hueso. Un hueso bonito, precioso, alargado y brillante. A la perrita le iba a encantar, pensaban.

Al día siguiente, sin alterar su rutina, volvieron al parque a almorzar. Cuando ya iban por el plátano, apareció esa mujer. Esa mujer magnífica, bella, espléndida, natural, frágil, fuerte, sutil, grácil. Y Lulú, la perrita caniche rosa. Como siempre, juntas.

Vamos allá, Elder, dale el hueso- dijo Elder, muy nervioso- Hazlo de una vez.
Hazlo tú, tío -replicó Elder, sin ningunas ganas de dar el paso.

Después de una interminable discusión francamente interesante y fascinante pero cuyo contenido intelectual no transcribiré aquí para no abrumar a mis queridos lectores, y que no cambió mucho de tema mientras duró, observaron como la mujer estaba a punto de marcharse, con su perrita, y Elder decidió actuar. No se sabe muy bien cómo se animó a hacerlo, ni que Elder era exactamente en el momento clave, pero se sabe que lo hizo. O que lo hicieron. Hay constancia de ello.

¿Me permite un instante a solas? -se dirigió Elder a esa diosa morena y fantástica.
Oh, vaya. Pues no sé. ¿Por qué iba a hacerlo? -replicó ella.
De verdad, es sólo un momento. -dijo él- No quiero venderle nada.
Ya, ya, ustedes siempre dicen lo mismo. -volvió ella a la carga.
Por favor, cállese de una vez puta de mierda. -gritó Elder.
Y entre chillidos, Elder agarró a la mujer y la sostuvo, mientras Elder (el otro, se entiende) metía su mano en los pantalones y se sacaba un hueso, que entregó a la perrita, Lulú, en una declaración de amor que duró diez minutos enteros, en los cuales le expresaba el amor que ambos sentían por ella. A Lulú todo esto le pilló de sorpresa, y no supo bien que responder. Trataba de no herir los sentimientos de ningún Elder, para empezar, pero le costaba.

Y bien, ¿qué me dices, Lulú? ¿Aceptas? -preguntó Elder, ilusionado y convencido.
Mmm, no sé. -dijo Lulú, pensativa. ¿Y por qué no hacemos otra cosa?
¿Qué cosa? -dijo Elder, expectante.
Veréis... he estado pensando... y he llegado a la conclusión de que... -empezó a decir Lulú- ¿Por qué no os vais a la puta mierda, colgados hijos de mala madre y nos dejáis en paz, sacos de basura? ¡No os quiero ni aunque me regaléis todos los huesos del mundo, con diamantes incrustados y bañados en oro, chuchos asquerosos!

Y, dicho esto, les pegó a Elder & Elder un par de coces que los dejaron fuera de combate. Lulú y Marissa (como se llamaba Esa Mujer, su Compañera) escaparon y nuestros héroes con corbata quedaron semi-inconscientes tirados en el suelo.

Más tarde, recuperados, consiguieron levantarse. Se rascaron las magulladuras, y pensaron, algo exhaustos. Trataron de valorar el encuentro.
A fin de cuentas, el acercamiento no había salido tan mal. Sólo que quizá ella no había entendido el contenido real de la propuesta, por lo que decidieron volverlo a intentar en otra ocasión. Con otro regalo, quizá, o tal vez con otra corbata. Lo que no sabían es que el papel higiénico (papel-de-culo, para entendernos), no es lo ideal para envolver alimentos con aceite.

lunes, septiembre 18, 2006

“Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente el Kippel se reproduce [...] cada vez hay mas” — Philip K. Dick, ‘‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

¿Tiene tu historia un final feliz?
Mírate al espejo... ¿qué ves?
Cuando descubrí al mejor amigo de mi mejor amigo fornicando en el comedor con la abuela de mi mejor amigo, grité. Grité y lloré. Y nunca más volví a mirarme a un espejo.
Porque la realidad, a veces, puede ser cruda y aplastante. Como los espejos. Que, siendo tan falsos como son, nos aportan un trozo de realidad envuelto en ángulos convexos o cóncavos.
A veces, cuando me veo en esas fotos de joven, recuerdo cómo era yo entonces, joven y apuesto. Fuerte y dispuesto. Me miro y no me reconozco. Era capaz de todo, incluso de tirarme por lianas o de descubrir tesoros perdidos. Era ágil, flexible y atractivo. Como Harrison Ford en Indiana Jones II, y ahora todo ha cambiado. No me reconozco, si por casualidad me miro al espejo. Y digo por casualidad porque he tirado todos los espejos que en mi casa tenía. Me he colado en casa de todos mis vecinos y les he roto los suyos. He robado los que mis amigos tenían y los he tirado al mar. No me gustan, joder.
Si un día os estáis bañando en la playa y de repente os véis excesivamente reflejados en el agua, tened cuidado, quizá sea el espejo de uno de mis colegas, flotando en el mar. Buscando su destino. Como tú y como yo. Como todos nosotros, y como todos los espejos de este mundo.
No sirves para nada. Estorbas. Estás localizado, estás en el punto de mira. Eres un estúpido ser odiado, despreciado y rechazado. Te crees divertido pero tienes menos gracia que Wendy el-Farolillo-que-siempre-está-de-más tratando de hacer amigos. Te sientes triunfador y te ves despreocupado, pero ello sólo se debe a tu inconsciencia. No sabes la que te espera. Te has ganado una buena tollina, capullo.
VAS A MORDER EL POLVO

domingo, septiembre 10, 2006

Sidius el Pato, preparando una jugada para conquistar a su obsesión mediante una técnica de béisbol secreta.



Aquí podemos verlos. A la izquierda está Sidius, comentando su idea, pensativo. A la derecha, su colega Papá Cubano (antes de salirle canas). ¿Acaso creéis que lo de "Papá Noël" fue una idea original de los putos estadounidenses? No, joder, no. Sólo es otra puta imitación barata de los gringos chingados. Que los chinguen a todos, conchasumare.

Los actos y sus consecuencias
Jack Daniel's. Cacique. Brandy. DYC. White Label. Malibú. Larios. Ballantine's. Bayleys. Rioja. Cruzcampo. Alhambra. San Miguel. Heineken. Clara. Martini. Anís del mono. Bushmills. Jagermaister. Johnnie Walker. J&B. Rives. Befeeater. Giro. Gordon's. Zoco. Baines. Basarana. Etc. Etc.
Etc., etc.
La manía de ingerir grandes dosis de alcohol fomenta la afluencia de estupideces al cerebro. Así como la ausencia de fluidez en el mismo.
Laura Dinateur tomó tanto alcohol que acabó follando con un poney, mientras pensaba en su amada. Más tarde, arrepentida por esto, fundó la FAP (Fundación de Ayuda a los Poneys). Sólo que, aún así, seguía reincidiendo. Muy a menudo, ya que pasaba el día allí, rodeada de poneys.

René Sesoeufs apostó con sus amigos a que podría meter en su cuerpo tanto whiskey que le saldría por las orejas. Joder, realmente créia que funcionaria. René estaba convencido de ello. Tomó whiskey, mucho whiskey. Muchísimo whiskey. Tenía la garganta como el albornoz que Trípode (aquel bello e inteligente actor porno) utilizaba cada vez que había terminado una escena de mamada en sus adorables y tiernas películas. Pero no funcionó. En su lugar esputó sangre y coágulos por la nariz, y se le pusieron los ojos rojos. Muy rojos. Jodidamente rojos. Para desahogar su frustración trato de violar a una experta luchadora de Wing Tzun. Esta le tiró por un puente, después de asestarle la correspondiente lluvia de puñetazos habitual en quienes practican ese arte marcial. Y a pesar de ello, todo habría salido bien si no se hubiera dado en la cabeza con un taburete que había allí en el agua, misteriosamente colocado. ¿Por qué? Nunca lo sabremos. Acabó en el hospital, padeciendo una enfermedad extraña, no sabemos si provocada por el golpe. Se rumorea que unos años más tarde acabó protagonizando una película llamada "Mar adentro". El esfuerzo de memoria le dejó sin riego sanguíneo en su pene. Disfunción eréctil. A pesar de todo.

viernes, septiembre 01, 2006


El Gotelé

Gotelé. Misterioso gotelé. Esa extraña manera de pintar que convierte las paredes de tu casa en un potencial arma despellejadora. Un bonito relieve donde dejar la mierda cuando te apetezca rascarte los pies. Una bonita manera de rasparte la espalda, cuando te apoyas sin darte cuenta. Un recordatorio de lo que odiaba tu madre que te apoyaras en la pared.


Una vez conocí a un tipo muy curioso que lamía la piel muerta que la gente se dejaba en el gotelé de sus casas.
Aquel tipo se llamaba Micael, y tenía una nariz jodidamente grande, y una lengua aún más grande, afilada y persistente. Su truco, para poder pegarse esos festines de montones de piel muerta repellados en la pared, casi imperceptibles a nuestros ojos, era hacerse pasar por comprador de pisos. Buscaba pisos que ya hubieran sido habitados. A veces alquilaba pisos que ya habían sido alquilados, sólo para poder dedicarse con tranquilidad a su tarea. Él y yo nos conocíamos bien, yo por aquella época trabajaba en una inmobiliaria y, por supuesto, hacía las veces de cómplice. Aquella gente se hubiera horrorizado al saber de dónde provenía aquella luminosa limpieza que daba brillo a los colores mates. "¡Pero qué casa tan limpia!", exclamaban siempre los visitantes, admirados.

Micael era un gran tipo. Lástima que ya no esté entre nosotros... Hace un año y medio exactamente que murió. De lepra.


martes, agosto 29, 2006


La Menstru
Mejunge bello, enredado en tus cabellos
La limpieza diaria, se hace necesaria
La sangre sale, cae, y mancha el suelo
Con su olor dulce, perfuma tu vello
El tampón es una costumbre milenaria
Se prepara tu cuerpo para tener un retoño
¡Cuidado!, te digo. Usa bien el condonzuelo
O sin darte cuenta, te saldrá por el coño
John era un chico normal. Un buen chico. No se drogaba, tenía buenos amigos y, en fin, hacía las cosas propias de su edad. Era tan joven... Solía verse con una chica encantadora, o al menos eso me dijeron. Rubia, ojos azules, de buen ver. Estudiosa, amable. En fin, un encanto de chica, ya les digo. Si no recuerdo mal, y mi memoria siempre ha sido una de las pocas cosas de las que me enorgullezco, John tenía una cita con ella la última noche que lo vi. Salió de casa tan guapo... No sé nada de él desde hace meses, por favor, si saben algo...



Él la amaba. La quería con todas sus fuerzas. Aquella noche, ella le había invitado a cenar. John se vistió elegantemente y acudió con una flor de lavanda, la favorita de ella, a la cita. John nunca pensó que aquello cambiaría su vida de esa manera. Él iba dispuesto, simplemente, a pasar una estupenda noche en compañía de la chica de la cual estaba enamorado. Una gran noche. Una noche inolvidable.

No, no, no. No quiero, me niego. -dijo ella- No pienso hacerlo, no me voy a dejar, no voy a aceptar. Por favor, para, me estás poniendo incómoda, no me lo pidas más.
Entonces soltó su mano. Y dejo a John caer por el hueco de las escaleras.

It happened in Wisconsin...

domingo, agosto 27, 2006

¡Por favor, por favor! -le gritamos Mindy y yo- ¡No lo hagas! ¡No te tires!

Billy García estaba allí de pie, tambaleándose inseguro sobre la barandilla del puente de aquella vieja autovía. Aunque parezca increíble, se notaba una pequeña erección en sus pantalones. "Será la emoción del momento", pensó Mindy, tratando, una vez más, de no verle como un depravado.

¡Por favor! ¡Tienes muchos motivos para vivir! -le dijo ella- Hay cosas mucho más importantes en la vida. Por favor...

Además, Billy. Joder, Billy -le grité, casi enojado- Todo tiene solución, maldita sea. Existen alargadores de polla.

Joder, Billy.

La belleza está en el interior de las personas

Ben era un niño muy tímido. Nunca había salido mucho de casa, y sus padres siempre habían jugado con él y lo habían tratado muy bien, por lo que no sentía necesidad de conocer el mundo exterior. De hecho, le tenía bastante miedo. Como dice él siempre que cuenta esta historia y su amigo Frank está presente: "Miedo a lo desconocido, tío, eso es lo que tenía. El mismo miedo que tú le tienes a un polvo, Frank".


Frank fue su único amigo verdadero en la infancia. Le conoció el mismo día en que vió a sus padres practicando sadomasoquismo. Tenía intención de preguntarles por las películas de Disney que solía ver con pasión, y que no encontraba. Tenía esa intención. En un principio. Pero los gemidos y jadeos de su padre, y los gritos dominantes de su madre le hicieron acercarse sigilosamente para ver algo que jamás superaría. Al ver el espectáculo, Ben salió de casa y corrió calle abajo. Corrió y corrió y corrió, y tropezó. Cayó en un charco de barro y ahí se quedó un buen rato. Al abrir los ojos, alguien le estaba saludando. Un niño desconocido. Gordito y pecosín, con una nariz que le quedaba como le queda una roja guinda a una tarta con nata. El estúpido niño se presentó.
-Me llamo Frank -dijo.- Y vivo un poco más arriba. ¿Tú cómo te llamas?


Así empezó una conversación intensa en la cual hablaron de sus cortas y miserables vidas, de sus padres y de sadomasoquismo. Ben le contó a Frank cosas íntimas, como cuando se levantaba de madrugada con la ropa interior acartonada de haberse pasado toda la noche pensando en la Bella Durmiente o en Blancanieves. La Sirenita o Pocahontas. Anastasia o Nala, la novia de Simba en el rey León.
¡Es un animal, tío! -exclamó Frank.- Una leona, un bicho peludo.
Ben le explicó que su enamoramiento venía de la belleza interior de ella. No le importaba ni su físico, ni su edad, ni su pasado. Sólo le interesaba lo que ella tenía en su interior, su belleza interior.
Frank. -le dijo.- Imagínate ese coño peludo y chorreante. Imagínate penetrarla por el culo mientras ruge y gruñe. Imagínate dejarla embarazada y tener cachorritos mitad león, mitad humanos. Si no te parece romántico es que eres un puto insensible.
Después de aquella conversación, todo cambió para aquellos niños. Esa tarde fue el comienzo de una gran amistad, que se mantuvo toda la vida. Bueno, sin contar cuando Frank descubrió las pajas a los diez años, que lo mantuvieron encerrado en casa más de seis meses, sin ver a más nadie que a esas tetonas amantes de las pelis porno de su padre, que había encontrado detrás de los vídeos de Saber Vivir.

Consejos para la depilación del vello púbico
*Acerca de la cera tibia:
Consejo: usad alguna crema o after-shave después de depilaros, lo agradecereis.
Forma de uso:
-Calentar la cera en agua o microondas
-Aplicar la cera
-Poner la banda de algodón
-Estirar de la banda de algodón
-Aplicar crema calmante o after shave
Ventajas:
-Se puede usar casi en cualquier parte del cuerpo
-Barata
-Fácil de usar
-Resultados duraderos
Inconvenientes:

-Necesitareis ayuda para la zona perianal
-Puede que el pubis os duela o poquito durante un par de días después de la depilación, sobre todo las primeras veces. No es nada.
-No se va con agua
Duración: 2-3 semanas
·Nota aclaratoria, acerca de la cera: Es importante tener en cuenta que usar cera caliente o tibia en el pene o escroto implica despellejarse. Es poco recomendable si uno aprecia mínimamente sus genitales. Necesitas una persona para que te abra el culo, y otra para que te aplique la cera, eso es importante. Si necesitáis más información sobre cómo preparar o aplicar la cera, recomiendo que no probéis este invento y os jodáis. Imbéciles.
·Nota aclaratoria, acerca de la nota aclaratoria: Esta nota está colocada al final para que todas y todos puedan disfrutar de su derecho a equivocarse. De aprender por sí sólos. De la libre experimentación. De despellejarse.
*Acerca de la crema depilatoria;
A pesar de que no sirve para el pubis, sí sirve para el escroto:
Consejos:

-Lo recomendable es darse de siete a diez minutos.
Forma de uso:

-Aplicar la crema
-Esperar entre 7 y 10 minutos
-Quitar con la espátula o una esponja (apretando fuerte)
-Para quitar el olor, lavar la zona con agua (nuestra recomendación: duchaos con agua y gel)
-Aplicar crema hidratante, body milk o loción after-shave
Ventajas:

-Fácil de usar
-Rápida
-Barata
-Junto con la cera tibia, lo mejor en la zona perianal y las nalgas
-¡Sin cortes!
Inconvenientes:

-Corta duración
-Según el tipo de piel, puede escocer o provocar irritación
-Zona de aplicación limitada
-Huele mal, así que es muy recomendable ducharse después de usarla

Duración: 2-3 días
Nota aclaratoria: En la zona púbica el vello es fuerte, y la piel muy sensible. Vello MUY fuerte. Piel MUY sensible. ¿Entendéis lo que quiero deciros?
Puede usarse en el escroto, pero siempre es mejor después de haber recortado lo máximo posible la pelambrera. No utilicéis la crema más allá de 5 minutos o se os pondrá toda esa puta zona en carne viva. No la useis en los labios vaginales o el pene: la piel es muy sensible y además, podría entrar algo de crema.
*Cuchilla de afeitar:
Consejos para una buena depilación/afeitado sin cortes:

-Haced las pasadas en sentido contrario al crecimiento del vello
-Limpiad la cuchilla después de cada pasada
-Cuando limpieis la cuchilla, NO deis "golpes" con la cuchilla para hacer "caer" el vello: desequilibrareis la hoja y es casi seguro que en siguientes pasadas os cortareis. Es preferible llenar la pila hasta la mitad de agua caliente, y agitar la cuchilla dentro del agua.
Consejo:

-Usad after shave después de depilar, para evitar irritaciones (especialmente si usais salvaslip o ropa interior ajustada)
-Usad un guante de crin, piedra pómez o similar para exfoliar la piel cada vez que os ducheis, así evitareis que crezca vello por debajo de la piel
-Si os atreveis, proponedle a vuestra pareja que os rasure las zonas íntimas. Vereis que es divertido y muy muy erótico (además de más cómodo, porque vuestra pareja tendrá mejor "visión")

Forma de uso:

-Aplicar generosamente espuma
-Rasurar en sentido contrario al crecimiento del vello (con suavidad, sin presionar demasiado)
-Limpiar de vello la maquinilla en cada pasada

Ventajas:

-Fácil de usar
-Poco riesgo
-Elimina células muertas de la piel
-Disponible en casi cualquier hogar
-Barato

Inconvenientes:

-Cortísima duración
-El vello crece "duro", así que podría llegar a romper el preservativo si no es de buena calidad (aunque no conocemos a nadie que le haya pasado).
-Incómodo y peligroso en la zona perianal

Duración: 1-2 días
Nota aclaratoria: La cuchilla de afeitar corta el vello a la altura de la piel, pero no depila. En uno o dos días, el pelo volverá a salir. Sí, joder, si os gustó cómo había quedado tendréis que volver a repetirlo. También se os pueden quedar pelos enconados y entonces conoceréis el dolor. Podéis sacároslo con pinzas, o pedirle a alguien que os los arranque a mordiscos.
Varios consejos finales:
* No se debe utilizar una misma hoja de afeitar para distintas sesiones y partes del cuerpo, ya que esta puede oxidarse y provocar infecciones, o extenderlas hacia otras zonas.
* Las ceras depilatorias no deben ser reutilizadas, pues estas pueden contaminarse y ocasionar daños a la piel. No es recomendable depilarse si posee otras opciones, porque la zona pubiana es muy sensible y el dolor sería extremo.
* Utilizar siempre pinzas esterilizadas en la depilación. Si el corte del vello púbico se realiza con una tijera debe evitarse el contacto con la piel y solo erradicar el vello.
* Si se usa una máquina de afeitar eléctrica hay que asegurarse de que esté limpia y realizar un corte suave, que no presione la piel ni hale los vellos.
* Si decide adornar la zona del Monte de Venus debe hacerse con extremo cuidado para evitar laceraciones.
Nota final: Gran parte de esta información es material robado de otras personas que investigaron, se esforzaron y trabajaron duro para lograrla.

sábado, agosto 26, 2006


Esfuerzo físico innecesario


Pacco O'Mara era irlandés. Y mentiroso compulsivo. Pelirrojo. Pecoso. Se pasaba el día inventando capítulos de su vida, que el mismo se creía y contaba a los demás. Era el irlandés más jodidamente mentiroso a este lado del Viejo Continente.
Un día, el joven Pacco le relató a un veterano vaquero sus andanzas por Ohio.

¡¡Domesticaba cangrejos gigantes!! -decía con fiereza.-Arriesgué mi vida diariamente por un trozo de pan. Había contado esa puta historia montones de veces. Pese a que era divertida, tenía algo que no acababa de calar en aquellas personas que frecuentábamos al pobre Pacco. Y, en fin, por muy terroríficamente que los imagines, los cangrejos gigantes de Pacco nunca daban miedo. Y menos aún a aquel caballero con sombrero. Ese hombre forzudo y anónimo derribó de una patada giratoria a nuestro héroe. Desde entonces, Pacco come con pajita, pero nadie le toca la polla.

viernes, agosto 25, 2006

Y ahora... hablemos de esponjas

Esponjas. Dormidas esponjas. Hibernando en las profundidades del abismo. Esponjas. Millones de esponjas. Millones de años en la sombra. Cuchicheando bajo su aparencia inofensiva. Conspirando.

A los ojos de la población de peces, roedores, humanos y koalas, las esponjas han sido unos seres vivos encantadores y pacíficos. Adorables y preciosos. Esplendorosamente pasivos. Fantabulosamente inútiles. Grandiosamente invisibles. Estúpidos. Y, practicamente, su existencia se limitaba a aquellos utensilios para frotarse el cuerpo durante una ducha o un baño. Jacuzzi o regadera. Manguera o sifón. Muchos de estos utensilios han sido denominados "esponjas" a pesar de que no estaban fabricados con estos animales (un alivio para ellos, qué duda cabe).

Pero... ¿en qué piensan las Esponjas?

La realidad es que existe poca vida en el Multiverso que una sóla vez se haya planteado los intereses y deseos de dichos bichitos. Y es que no es para menos: ¿alguna vez se vieron seres menos activos? No, por favor, no haga chistes sobre su abuelo o su hijo. Por favor. Mierda, ya es tarde. Joder.

El caso es que sabemos a ciencia cierta que las Esponjas atacarán. Y no lo harán solas. Millones de hormigas pisoteadas, Elvis Presley, el maestro Miyagi (nadie recuerda el nombre del actor que le interpretaba. Nosotros no vamos a ser más), y todas aquellas películas de serie B que vimos por error ya han elegido el mismo bando: la destrucción total, sumada a la imposición de la espalda sin roña, la pornografía gore y el aplastamiento.

No hay más datos, excepto los delirios desesperados que Calippa Jones escupió a su querido amigo Pineapple-Sebastian Zimmerman antes de partir a la tierra de los Unicornios:

"Son crueles. Y silenciosas. Están ahí, quietas bajo el agua. Esperando a que, en cualquier instante, sientan que ha llegado el momento. Entonces se comerán el mundo. Literalmente. ¿Sabes cuántos millones de años llevan sin comer las pobres? Plancton, dicen. ¡Plancton! ...¿a quién se le ocurre? Están simplemente haciendo dieta hasta que llegue su Gran Hora. ¡Los dinosaurios no desaparecieron así porque sí, chico!" (Calippa Jones, ingeniera de vaginas titulada, 2 de Abril de 1999)

jueves, agosto 24, 2006

Rossy necesitaba su dosis para encontrarle un sentido a su miserable vida de coneja. Yo pensaba que podía resultar estúpido, pero también tuve que reconocer que la idea de chupar toxinas de milpiés africano resultaba atractiva. ¿Verdad?. Reflexioné, y reflexioné y... me follé a la madre de mi mejor amigo. No se aclaró nada pero me siento mucho mejor.

Mámame, mamá, oh mum
El deber de rascarse la raja del culo
Cuando me miré al espejo por primera vez en mi vida, sentí unas irrefrenables ganas de rascarme el culo. Un poco más tarde, siendo ya adolescente, leí a Emmanuel Kant. Entonces todo cobró sentido para mí.

Me guztaz tú, y tú, y tú, y nadie máz que tú. -dijo Howard. Nunca entendí por qué se empeñaba en conocer primero a una persona antes de comerle el coño.

miércoles, agosto 23, 2006

Cuentos populares

Estando en el Muelle de Sardegna, la ciudad italiana, conocí a un viejo pálido, canijo y estúpido que se sentaba en el muelle y solía contar historias. Bueno, aparte de eso también comía habichuelas crudas y se metía cuatro dedos por el culo para tocarse la mierda antes de cagar, entre otras cosas, pero todo esto carece de importancia. Todas las tardes me sentaba a su lado, esperando a que llegara el momento en que se metiera los dedos por el culo. Me obsesionaba aquella escena; aquel rostro berrugoso y arrugado, con ese tajo que hacía las funciones de boca entreabierto y esos ojos brillantes de placer. La cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, y las piernas muy abiertas, con los pantalones bajados hasta las rodillas.
Cada día deseaba con todas mis fuerzas ver aquello de nuevo, pero sólo sucedía una vez cada 24 horas. Mientras esperaba a que mi héroe hiciera honor a su reputación, éste me contaba historias. El puto viejo no paraba de contar historias. Recuerdo en especial una que me contó. En realidad son dos historias, pero me las contó días diferentes y tienen ciertos cambios en su desarrollo, así que transcribiré ambas:
*Primera versión*
Jerry Miller tenía una granja de ponys. Bonitos ponys marrones con largas cabelleras rubias o blancas, y Jerry estaba realmente orgulloso de sus ponys. Jerry fumaba tanto que, un día, los ponys murieron envenenados. Al descubrirlo, Jerry Miller se murió de tristeza.
*Segunda versión*
Jerry Miller tenía una granja de ponys. Jerry Miller era un fumador compulsivo, fumaba hasta cuando estaba practicando el coito con alguna cabra en la montaña. Un día, Jerry murió, a causa de un fallo en sus pulmones, dejando a sus queridos ponys atados sin comida en la granja. Los ponys murieron de hambre.
Carta de presentación

Hola jodidos habitantes de la Superficie. Hola, vecinos de las profundidades marinas. Soy una ardilla submarina. Mi nombre es Ted. Soy joven y con inquietudes (¿A quién beneficia el consumo de plancton? ¿Cuánto tiempo puedo estar follando antes de correrme?). Me gusta buscar tesoros y jugar con mis amigos.
Entre ellos se encuentran otras ardillas submarinas, peces (mutilados o no), ranas saladas o saltamontes pandilleros, por ejemplo. También hay tres estrellas de mar (dos de las cuales son esquizofrénicas) y una Orca (asesina). Y luego está el Misterioso Hombre Subacuático con Gabardina y Sombrero, un simpático señor con gabardina y sombrero que nos cuenta cómo es su vida en la Tierra en los ratos libres que tiene. Le gusta bajar, sentarse en una roca y contarnos historias o preocupaciones. Chistes. Éxitos. Fracasos. Le gusta sentir que hay alguien escuchándole. A veces simplemente se saca la polla y se hace pajas delante nuestra. En esos momentos de verdad creo que le odio. Una vez saqué un hacha y le corté media mano. En aquel momento se enfadó un poco, pero escuchó lo que tenía que decirle. Me da asco su pene venoso. Escuchó y escuchó, y reflexionó. Pensativo, con el ceño fruncido, reflexionaba. De repente, se metió la mano herida en el bolsillo y decidió que aprendería a hacerlo con la otra que le quedaba.
Sus relatos suelen inspirarme tanta curiosidad y ganas de sexo, que más de una vez he subido a los Grandes Montones de Barro y Estiércol (también llamados Corteza Terráquea o Terruño), donde he aprendido grandes cosas, como el sabor de las bellotas o el dolor que produce caerse de un puto árbol en Invierno.
Y precisamente en un momento en el que intentaba abrir uno de esos condenados frutos, me sacaron una puta foto. En mi perfil la podéis encontrar.
Ya estábais pensando que no era una ardilla submarina, sino una ardilla de tierra normal y corriente, ¿eh? ¿Verdad hijos de cobaya? Pues os equivocabáis.
FIN
P.D.: Aunque en esta carta hablo de una foto abriendo una jodida bellota, la he cambiado por otra donde se ve bastante más mi procedencia submarina. Aparezco saliendo del agua con mi puto artilugio navegador.
P.D.: Mis pequeños y putos amigos: el blog estaba configurado para que sólo usuarios registrados pudieran comentar mis mierdas. Pero McGyver ya lo ha arreglado todo, con ayuda de su famoso chicle, y ya podéis escribir lo que os salga de vuestro peludo culo. Que os jodan.