lunes, octubre 23, 2006

Bobby

Siempre se metían con él en el colegio. Le insultaban, agredían y, en fin, tocaban las narices (entre otras cosas peores). Todos eran tan superficiales. Las chicas pasaban de él o le compadecían, y los chicos, en fin, tenía muy pocos amigos. El resto se metía con él o le marginaba de alguna forma.

"El mundo es redondo, al fin y al cabo", penso Bobby.

Bobby era gordo. Gordo, tierno, blandito. Y con gafas. Así era Bobby, todo un cielo. Todo un cielo que miraba los atardeceres, soñaba con amar y ser amado, jugaba a videojuegos, veía pornografía, se masturbaba pensando en su prima mayor por parte de madre e imaginaba que torturaba y masacraba a todo su instituto.

Odiaba al mundo por discriminarlo, y el mundo lo odiaba a él basándose tan sólo en sus prejuicios y en la lógica consumista de la moda y la falsedad. ¡Qué placer le provocaba la fantasía de la destrucción! Imaginarlo todo ardiendo...

Amaba a su prima y ella lo ignoraba todo por completo. Era una chica comprensiva, amable, preciosa, que trataba a Bobby mejor que nadie. Le escuchaba, comprendía, y hablaba. Y también se la ponía más dura que el pan después de una semana en la cesta. Hacía algunos años, se había paseado desnuda delante de Bobby como sin darle importancia. Él era pequeño, y ella no se imaginaba lo que una mente infantil puede maquinar. Se paso un año haciéndose cinco pajas al día pensando en ella.

Cuando el astro se tiña de sangre

Una vez un pájaro fue disparado por un cazador estúpido y derramó toda su sangre sobre la tierra. La roja mezcla tiñó la Luna de pasión al salpicarla, y de noche todo el mundo lloró sobre las carreteras, bailando una lenta monotonía rítmica, con muecas horribles y lágrimas de cobre.