domingo, agosto 27, 2006


La belleza está en el interior de las personas

Ben era un niño muy tímido. Nunca había salido mucho de casa, y sus padres siempre habían jugado con él y lo habían tratado muy bien, por lo que no sentía necesidad de conocer el mundo exterior. De hecho, le tenía bastante miedo. Como dice él siempre que cuenta esta historia y su amigo Frank está presente: "Miedo a lo desconocido, tío, eso es lo que tenía. El mismo miedo que tú le tienes a un polvo, Frank".


Frank fue su único amigo verdadero en la infancia. Le conoció el mismo día en que vió a sus padres practicando sadomasoquismo. Tenía intención de preguntarles por las películas de Disney que solía ver con pasión, y que no encontraba. Tenía esa intención. En un principio. Pero los gemidos y jadeos de su padre, y los gritos dominantes de su madre le hicieron acercarse sigilosamente para ver algo que jamás superaría. Al ver el espectáculo, Ben salió de casa y corrió calle abajo. Corrió y corrió y corrió, y tropezó. Cayó en un charco de barro y ahí se quedó un buen rato. Al abrir los ojos, alguien le estaba saludando. Un niño desconocido. Gordito y pecosín, con una nariz que le quedaba como le queda una roja guinda a una tarta con nata. El estúpido niño se presentó.
-Me llamo Frank -dijo.- Y vivo un poco más arriba. ¿Tú cómo te llamas?


Así empezó una conversación intensa en la cual hablaron de sus cortas y miserables vidas, de sus padres y de sadomasoquismo. Ben le contó a Frank cosas íntimas, como cuando se levantaba de madrugada con la ropa interior acartonada de haberse pasado toda la noche pensando en la Bella Durmiente o en Blancanieves. La Sirenita o Pocahontas. Anastasia o Nala, la novia de Simba en el rey León.
¡Es un animal, tío! -exclamó Frank.- Una leona, un bicho peludo.
Ben le explicó que su enamoramiento venía de la belleza interior de ella. No le importaba ni su físico, ni su edad, ni su pasado. Sólo le interesaba lo que ella tenía en su interior, su belleza interior.
Frank. -le dijo.- Imagínate ese coño peludo y chorreante. Imagínate penetrarla por el culo mientras ruge y gruñe. Imagínate dejarla embarazada y tener cachorritos mitad león, mitad humanos. Si no te parece romántico es que eres un puto insensible.
Después de aquella conversación, todo cambió para aquellos niños. Esa tarde fue el comienzo de una gran amistad, que se mantuvo toda la vida. Bueno, sin contar cuando Frank descubrió las pajas a los diez años, que lo mantuvieron encerrado en casa más de seis meses, sin ver a más nadie que a esas tetonas amantes de las pelis porno de su padre, que había encontrado detrás de los vídeos de Saber Vivir.

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