miércoles, noviembre 15, 2006


Tras cada ventanilla del autobús, se esconde un secreto horrible. Un secreto inconfesable, e inconfesado. Algo que nunca le contarías al psicólogo, ni a la panadera, ni a tu mejor amigo, ni a tu imagen en el espejo, ni siquiera a la pasta de dientes. Tampoco a tu pareja ni a tu madre, evidentemente. Cuando la gente desaparece de tu vista, cuando no ves a nadie, cuando no hay nada que aparente estar vivo (ni siquiera pasta de dientes) sólo entonces, puedes atreverte a gritarlo, para seguidamente echarte a llorar.

Tengo un plan. Un plan infalible. Y me he decidido a contároslo. Os lo cuento porque ya no tiene relevancia. No tenéis escapatoria. Y yo quiero ser un malo como los de las películas. Un villano clásico. De esos que siempre cuentan sus sórdidas intenciones antes de ejecutarlas. Pero, al contrario de lo que suele ocurrir con ellos, a los que un superhéroe o algo parecido atrapa, yo alcanzaré mis metas. Veréis: yo ya no quiero mi secreto. No quiero guardarlo, ni soltarlo. No quiero llorarlo en silencio. No quiero sentirme acosado por la almohada cada noche. Tampoco pienso dejar que en mi pecho se acumule una carga demasiado enorme para alojarla, otra vez más. Y, por fin, he sacado fuerzas de donde no había para tomar mi última decisión: he decidido que tengo que mataros. A todos. A cada uno de vosotros. De quienes habéis formado parte de mi vida, que habéis llenado de alegrías y tristezas mis días. Estoy harto de vuestra insidiosa nariz tras mi espalda. De vuestros suspiciosos ojos en mis hombros. No quiero daros más explicaciones que éstas que ahora os escribo. Porque ya sabéis demasiado. Habéis acumulado demasiada información. Y estoy aburrido, hastiado, cabreado. Y vosotros, muy pronto, estaréis muertos. Porque sólo cuando nadie sepa nada de mí, sólo cuando no quede nada que me haya visto crecer, reír o llorar, o explotar de furia; seré libre. Seré libre y seré desconocido. Seré el héroe anónimo de mi propia existencia. Lo que haga después será tan sólo cosa mía. Quizás me pegue un tiro, o quizás me lance al mar, no debería importaros.

La sola circunstancia que te permite hacerlo, es el momento en que lo único que ves es aire; o te sentirás observado. Ni siquiera con los ojos cerrados: o te sentirás observado. Tras las palmeras se esconden ojos. Entre los matorrales se esconden ojos. Ahora lo sabes: siempre te sentirás observado. Aunque agaches la cabeza, o mates a tus vecinos, o destruyas a todos aquellos que crees que podrían juzgarte: no estás solo. Tú, dentro de ti, te miras, te odias, te culpas, te gritas, te empujas, te pegas. Lo siento, no supiste apreciarlo: Tú sois Demasiados.

Es totalmente posible. Puedo convertirme en un Don Nadie de verdad. Cuando quiera. Ni siquiera tú podrías reconocerme, al igual que te cuesta reconocer a alguien que ha cambiado de imagen. Puedo ser anónimo y no podrás evitarlo. No me creo tus cuentos. Joder, no eres quien para darme consejos. Ni tú ni nadie. Sólo un objetivo más en mi lista. Apuntaré y dispararé.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Casi que prefería que lo guardases en silencio, ya sabes, como las hemorroides :)

Zoby dijo...

Joder, cada vez que lee más textos más me gusta el Blog.
Este es uno de los mejores textos que he leido. Brutal.

Un abrazo.