martes, noviembre 07, 2006

El Vórtice y el Mito de la Realización Personal

Por tu cabeza bailan su danza macabra todos esos recuerdos. Todo aquello que te ha llevado hasta donde estás ahora. Sientes asco. Y miedo. Sientes indefensión, tu respiración se hace más profunda, y ya sabes lo que viene. Cuando el hueso hioides y la laringe se elevan, tirando del esfínter cricoesofágico, abriendo éste, tu madre solía preocuparse por ti, siempre que no estaba pegándote. El malestar te invade y te suda la frente. La glotis se cierra, pero no así la mano de tu padre, golpeando tu cara, al ver aquellas notas de cuando cateaste seis asignaturas aquel primer curso de la Educación Secundaria Obligatoria. Te amenazaron con no regalarte nada por Navidad, pero no era ése tu mayor temor incluso teniendo en cuenta que todavía dabas importancia a ese tipo de cosas, y todo eso ocurre mientras el paladar blando se levanta para cerrar las fosas nasales posteriores. Las lágrimas corren por tus mejillas, y te parecen sucias, tan sucias como las disculpas del cabrón de tu padre, asquerosas como el cariño de tu madre, o las bofetadas que te daba antes de que su marido te pegara a ti, y luego a ella. Y después, una contracción fuerte hacia abajo del diafragma. Y aquella chica que te gustaba pegándote una bofetada porque creyó que eras tú quien le había tocado el culo, mientras otro chico reía a pocos metros.
Todo esto ocurre simultáneamente con la contracción de los músculos abdominales, comprimiendo el esófago entre dos grupos de músculos y aumentando la presión intra gástrica hasta un nivel elevado, pero no tan elevado como para quemar todas aquellas veces que tus amigos jugaron a llamarte "gordo", y a pegarte puñetazos en la barriga. Se relaja el esfínter gastroesofágico permitiendo la expulsión del contenido gástrico, de la sangre, del odio, de la insatisfacción, de la venganza nunca cumplida, de aquel tío enorme estrujando tu cuello porque hiciste llorar a su hermana, de tu hermana llorando porque la tiraron del columpio, de cuando tú la tiraste del columpio dejándola sin respiración. Esos momentos que creías olvidados y que ahora están pidiéndote explicaciones.

Todo ese contenido gástrico y todos aquellos buenos ratos bajo el agua, en los cuales pensaste que lo último que verías en vida sería el azul clorado del agua de una piscina, mientras varias manos te sumergían la cabeza, entre risas. Las amenazas de tu padre de largarse, o tu madre diciendo que se suicidaría. Ambos gritando en diferentes momentos, con cariño el "te voy a matar" que todo progenitor dijo alguna vez en su vida a su descendiente. Ojos inyectados en sangre y saliva blanca pegada al labio. La palabra "Mamá" ahogada bajo ráfagas de amor y tirones de pelo. El labio de tu madre partido y aquellos amigos del apartamento en la playa que se reían de ti y te pegaban. Que te decían maricón. Que te dijeron lo maricón que eras por abrazar a un amigo. O algo así. Con cada tropezón que escapa de tu boca, recuerdas cuantas veces pensaste que serías maricón de verdad, que en el fondo tenían que gustarte los tíos, sólo que tú no lo sabías. Que las chicas no te gustaban de verdad, que la que te gustaba no te gustaba de verdad. Que los insultos dolían, pero más dolía estar sólo.

Un hilillo de baba llega hasta el fondo de todo ese amasijo de momentos amarillento del fondo del váter, entre trocitos de maíz y tomate del almuerzo. De tu batalla perdida entre la fuerza de voluntad y la desesperación, del corazón roto y la indiferencia de quien amaste con todas tus fuerzas, y creíste ver correspondiéndote. Sin ver nada, con los ojos empañados en lágrimas, vuelve otra bocanada de aire. Y la bilis vuelve a hacer de compañera de tus gargajos, cada vez más acuosos. De la baba y poco más, pues hace rato se acabó la comida. Ya queda poco sólido de lo que tirar, y casi podría decirse que te asustas. Te asustas porque piensas que lo próximo que salgan serán tus tripas. Y quizá con ella, todos aquellos secretos inconfensables, todos aquellos motivos por los que te odiaste y siempre te odiarás. Lo que no puedes perdonarte. Lo que piensas que nadie perdonaría. Todos aquellos besos por amor y todos aquellos vacíos que no supiste realmente por qué diste. Pero los diste. Aquellos roces que no te hacían pensar en la persona que tenías delante, que no te hacían tener deseos de mirarla a los ojos. Pero que a pesar mirabas a veces, para no ver nada. Los días en que el sexo era una necesidad básica y tus deseos insatisfechos provocaban úlceras en tu cabeza.

Ahora que ya lo has escupido todo, ahora que estás tirado en el suelo con los ojos en blanco, convulsionándote y a punto de morir por deshidratación, debo decirte que no era para tanto.
Que tampoco lo pasaste tan mal, al fin y al cabo. Que no viviste tantos años como para quejarte tanto, joder.

Necesito decirte esto ahora que realmente tiene sentido. Necesito decirte aquí y ahora todo esto, porque es cuando realmente puedo tener la seguridad de que sabes que tu muerte es sólo una muerte más.

Antes de que lloren por ti tu familia, tus amigos y todas aquellas personas que creían que lo eran, antes de que lloren todas esas chicas a las que gustaste, antes de que se alegren con cierta amargura toda aquella gente que te odiaba, y por supuesto antes de que el corazón de quien te ama profundamente parezca vaciarse de repente y para siempre, entre llantos, rabia y momentos de asfixia, quiero que sepas que todo eso que nunca dijiste, que no apuntaste en un diario, que no contaste a la persona que más querías, aquello que era inconfesable, pues bien, nunca se sabrá. Nadie contará tu historia porque tú mismo no lo hiciste, y por eso tu biografía podrá resumirse en tres líneas. "Algo es algo", podrías pensar. Aunque eso no se llama biografía. Aunque se llame "esquela".

D. Tal de tal y tal
Falleció tal día de tal mes del año tal
Funeral el día tal del mes tal

Si se encuentra material terrorista o de pornografía infantil en el disco duro de tu ordenador, ganarás mil puntos, y estarás más cerca de salir en televisión. Si alguien confiesa que la violaste, o que le dabas palizas, o que la engañaste para abusar de ella, ganarás otros diez mil puntos. Si alguien se suicida por no soportar tu muerte, ganarás cien puntos. Más o menos. Si dejaste escrito por ahí algún texto que pueda considerarse tu filosofía de vida, o tuviste alguna banda de rock, entonces quizá haya gente que quiera imitarte. Quizá tengas fans. O un culto. Secreto o popular, clandestino o famoso. Quizá satánico, o quizá simplemente religioso. Quizá haya alguien que te incluya en la sección "Filosofía" de su página web personal.

Pero dentro de unos cuantos años, cuando los gusanos se hayan comido tu cuerpo, cuando todo el mundo pueda estar seguro de que los coleópteros y lepidópteros han hecho bien su trabajo, entonces ya no quedará nada de ti. Cuanto más hablen de ti, cuanto más te expliquen, quizá menos quede. Quizá ya nada de lo que cuenten pasara de verdad, tal vez es que se lo hayan inventado. O quizás no lo entendieron bien. Y si aún existe alguien que te eche de menos de verdad, o en cuya memoria sigas estando tú, entonces es posible que ya no quiera recordarte, que haya tratado de olvidarte. Que prefiera no pensar en nada relacionado contigo porque podría empezar a llorar otra vez. Y de una puta vez entenderás porque los más poderosos son quien menos sentimientos tienen, quienes pueden matar a más gente con el mínimo esfuerzo. Entenderás que su poder consiste en olvidar. O, en fin, en recordar lo que les da la gana.

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