jueves, enero 25, 2007

"I love Hard fucking",

pronuncia Ángela en voz suave, leyendo la inscripción que hay hecha a bolígrafo azul en la mesa donde está sentada. Un tío en la mesa de al lado se la queda mirando con expresión atolondrada pero llena de lujuria. -Gilipollas-, piensa ella. No sabe exactamente qué cojones significa. Entiende el inglés, claro...

Empieza a recordar y diferentes escenas le vienen a la cabeza. Ni que decir tiene que se está poniendo cachonda, pero ni tú ni yo lo notaríamos mirándola. -Follar duro-, murmura. Y el tipo de al lado también se está poniendo cachondo. Pero al cabrón si que se le nota. No hace más que cerrar las piernas fuertemente, mientras gira el cuello para mirarla. Está nervioso y quiere decir algo, pero el muy capullo sabe que sea lo que sea, la cagará.

Ángela piensa en cuando su pareja la masturba o la besa. No se trata de "follar duro" ahora, simplemente de imaginar. En cuando follan. Diferentes posturas, diferente placer. Todo tipo de orgasmos. Arriba, abajo. Le encanta subirse sobre su chico, pero también tumbarse boca abajo y dejarle hacer, o hacerlo sentados el uno frente al otro. También le gusta de lado, y en fin, muchas posturas más. Digamos que Ángela está contenta y tal con su sexualidad. Ni siquiera vamos a escucharla decir "Podría ser peor". No, no es una cínica de mierda. Al menos eso piensa ella.

Después de sentir cierta humedad en cierta parte del cuerpo, la pregunta vuelve a hacerse presente y la tía aún no sabe lo que es follar duro. Etimológicamente hablando, claro. Y bueno, si lo piensas, tampoco es un crimen. No es tan raro, joder, por no saberlo no vas a etiquetarla de no-tener-ni-puta-idea. Le encanta sentir una polla querida en su interior, o una lengua, le gusta de todas las maneras, pero eso de Hard le suena a látigos, goma y cuero. Y eso si que no le mola.

Tenemos, entonces, a una chica cuyos pantalones pegados (los únicos que tiene en el armario), hacen las delicias de más de uno... Y a un tío con la polla como una barra de pan recién salida del puto horno al lado. Y el tío va y le dice que no quiere sonarle asqueroso, pero es que está que no puede, y prefiere preguntárselo y joderse con el rechazo, a no decir nada y luego pajearse amargamente pensando en qué hubiera ocurrido.

Así que -empieza el tío-, te lo preguntaré: ¿follamos o no?

¿De qué vas? -le espeta ella.- Das asco, colega.

Lo siento, tía, yo que sé. -termina él mientras recoge sus cosas, y antes de marcharse y de tener que pajearse amargamente de todas formas, le dice: Estas cosas nunca funcionan, pero había que intentarlo. Ya me voy y te dejo en paz, tranqui.

Y se larga. El muy capullo se larga, ahora que estaba empezando a gustarle.

Venga, Angelita de mi vida, no jodas, tienes el calentón y dos preservativos en la mochila, se dice a sí misma. Y esa tía con tanta pinta de no romper un plato se larga detrás del colega. Lo coge del culo y le asesta un morreo que más bien parece una amenaza. Y le suelta que más le vale que se la folle bien. El tío enseña las teclas del piano hasta que no le caben más piños en la cara, de tanto sonreír, y se van a casa de Ángela. Y follan. Desde que su chico se ha largado de viaje de estudios a Francia, está que trina. Le echa de menos por muchísimos motivos, y uno menos no va a ser el sexo, joder. Él lo entenderá, cuando ella se lo cuente. Sí, claro que lo entenderá... bueno, realmente se sentirá como el puto culo, ¿pero qué esperas que haga una chavala joven tres meses sóla, después de haberla hecho adicta a los jodidos orgasmos?

Si me quiere, que yo sé que me quiere -empieza a decirse en voz baja mientras se lava el coño, contenta de que el tío este, el salido, no la haya decepcionado para nada-, lo que le importará es que yo esté bien. Y punto. Además, cuatro orgasmos no logran superar a Fran, pero están de puta madre igualmente.

Angelita de mi vida...

1 comentario:

Anónimo dijo...

jejejejej, muy bueno.