miércoles, enero 31, 2007




Entonces tenías diecisiete años. Diecisiete putos años. Y aún pensábamos que habría tiempo. Que podríamos conseguirlo. Que había tiempo de sobra. Que eras demasiado joven como para que todo estuviera perdido. Demasiado joven para que todo fuera definitivo. Aún entonces creímos que podríamos curarte. Pero nos equivocamos.








Maldito amargado de mierda -le suelto al capullo- levántate de ahí joder. Vamos a salir un rato.


Que te den, paso de salir -me suelta el muy cabrón, con esa voz áspera que le sale cuando quiere expresar que no piensa cambiar de idea y que puede llegar a ponerse agresivo si no dejas de insistirle. Obviamente, a mí eso me la trae floja e insisto:


Te pasas la vida en la puta calle y hoy que es época de Feria te quedas aquí encerrado. ¿Qué cojones haces, tío? ¿Estás hibernando o algo?


¿Y a ti qué coño te importa? -me salta el muy desagradecido. Encima que me preocupo por él.



El muy gilipollas se hace llamar Gizmo. Puede que sea porque fijo que no se ducha nunca, el guarro hijoputa éste. Bueno, ha estado duchándose esta mañana, pero quizá era la primera vez en meses. Que le den al hijoputa.


Bueno, pues como quieras, tío, yo me largo -le digo. Y cierro de un portazo dejando al pequeño capullín aburrido detrás. Ya vendrá a llorarme luego, ya, como si no lo viera. Y ahora, a por las tías. ¿Dónde se habrán metido hoy los coños hoy?






Por fin se ha largado, ese asqueroso cabrón de mierda. Ni siquiera sé por qué hostias acepté venirme a vivir aquí. A este apestoso cuchitril de mierda. Y no digo que no me guste el sitio, no está mal, es como cualquier decadente y sórdida vivienda céntrica para estudiantes sin pela, pero viene con capullo incluido. Lo bueno es que me sale bastante barato. Sin contar lo de tener que aguantar al insoportable desgraciado de Marquitos.


Bueno, ahora que lo pienso, si que sé por qué me vine a vivir aquí. Me vine a vivir aquí porque no tengo ni un napo de mierda. Mi querido colega, queridísimo colega, Ernesto me dijo que podía compartir piso con un conocido suyo, si le pasaba un mínimo de pasta al mes para ayudarle con el alquiler. A él se lo pagan entre su madre y el paro. Y yo, en fin, tengo muchísimas razones para odiar a la Familia y la Patria, pero podría añadir que ni siquiera me sirven para chuparles una puta pensión mínima. Así que yo le paso lo poco que consigo con algún chanchullo, y el maravilloso cabrón machista y descerebrado me deja vivir aquí. Qué asco me da, joder.


No siempre ha sido así. Me gusta recordar viejos tiempos, aunque a mí todavía no me haya dado mucho tiempo a ser viejo. Dicen que esto de la nostalgia prematura es una especie de neurosis contemporánea. Puede ser, vivimos en una época de mierda, donde no hay dios que se salve de sus putas esquizofrenias, pero al caso; lo mismo da que da lo mismo. Y a veces me pongo a pensar en el tiempo que estuvimos ocupando la peña y yo casas destrozadas y localitos abandonados.


Estuvimos viviendo un tiempo en una casa abandonada, bastante currailla. Mis colegas y yo no teníamos dinero, pero ni falta que nos hacía. Luego nos echaron, y a tomar por culo. Y aquí estoy, sin ganas de salir a la calle, y sin ganas de quedarme aquí. El cabroncete de Marcos (o Marquitos, como le llamo yo para tocarle los cojones) no sabe, ni creo que pueda entender, con ese cerebrito en desuso que tiene, que precisamente no salgo a la puta calle porque estamos en época de ferias y mierdas. Ni lo entendería, ni yo se lo voy a explicar. Creo que no me corto en demostrar lo poco que me gusta la gente, y el asco que le tengo a las fiestas populares; tendría que ser menos amargado y disfrutar con las personas de estas fiestas, que pertenecen al pueblo, a la clase obrera, a todo el mundo, a Espinete. Pero no. Desde la más religiosa fiesta tocahuevos al carnaval más escandaloso, todas me dan asco. Pasando por las bellas fiestas navideñas donde se conmemora el nacimiento del niño ése gilipollas, el que nace todos los años seguidos, y cada vez pide más regalos y los imbéciles de los padres ya no saben qué hacer para llegar a fin de mes.


Nosotros pensamos que esa mirada de haberlo visto todo, de hastío hacia todo era pasajera. Que alguien de tu edad no podía ser así. No es que no nos gustara, pensábamos que era imposible. Tratábamos de proponerte cosas que te gustaran, y conseguíamos que lo pasaras bien, en muchas ocasiones. Pero en cuanto había más gente, en el momento en que se involucraban más personas, te largabas. Veías muchas cabezas y te despedías. Decías que odiabas a "las masas", el "rollo popular", decías.

A la mayoría de nosotros, no nos importó que fueras anarquista y todo eso. Se trataba de lo jodidamente cerrado que eras. Odiabas la playa excepto las noches en que se quedaba vacía. Odiabas las piscinas, privadas y municipales. Aunque más de una vez te colaste en alguna por aquello de saltarte las normas y reírte un rato. Eso estaba bien. Pero siempre tenías que volver a ser un cabronazo amargado, y largarte en cuanto parecía que iba a llegar la fecha de algún "acto social", como decías tú. Ni siquiera soportabas las manifestaciones, a las que pronto dejaste de acudir. Lo único a lo que asistías donde hubiera más de diez personas eran los conciertos de la música espantosa esa que solía gustarte. Creo que incluso tú la denominabas "ruido".

Éramos casi iguales, tío, como hermanos. -digo yo.- Ambos compartíamos ese odio hacia las masificaciones y ese amor por la anarquía, la locura y el ruido. Teníamos un grupo. Yo cantaba..., bueno, gritaba, chillaba y pegaba gruñidos, y él tocaba la batería. Otros colegas tocaban el bajo y la guitarra, respectivamente. Y el muy cabrón tuvo que irse. Se le echa bastante de menos; no sé donde estará, pero si me oye, que ojalá me oiga, ¡¡espero que vuelvas, hijoputa!! Él era mayor que yo, unos cinco años o así, pero oye, eso da igual, ¿no? El caso es que se sintió traicionado y se largó. Y, realmente, entiendo que se le fuera un poco la olla, pero de ahí a dejarlo todo atrás... bueno, podría haberse venido a vivir conmigo o algo. Sé que le hubiera dicho "Gizzy, tío, tú y yo siempre estamos dále que te pego con que las drogas son lo peor, pero si te pones ciego esta noche, no sólo no me enfado sino que te acompaño". Pero en fin...

Gizmo era bastante cerrao de mollera, y un cínico bestial. -dice Aira.- Tenía un montón de cosas buenas, y encima era más romántico de lo normal. Pero un día nos enfadamos..., precisamente por ser tan cerrado, y no nos vimos en un par de días. Porque yo no quise, no por él, que estaba deseando hablar conmigo, y me llamo para perdime perdón y todo eso. El caso es que yo me encontré a un amigo por la calle, con el que Gizmo no se llevaba muy bien, y acabamos en mi casa hablando y eso y... y bueno, es evidente lo que pasó.

Que te acostaste con él -le suelto.

Pues sí. -contesta Aira-. Y va y a Giz no se le ocurre otra puta cosa que venir a por sus cosas justo en ese mismo momento. Y nadie escuchamos ni la puerta ni la llave, y nos encuentra en el sofá enorme y verde del salón y..., el tío se queda mirándonos un buen rato, y ni nos damos cuenta. Así que coge sus cosas y cuando sale de la habitación con todo, le tira un sobre a la cara a Grass, haciéndole daño y todo, y se larga por la puerta sin decir ni una palabra. A todo ésto, en ese momento le vemos, pero ni Grass ni yo estamos seguros. Y desde entonces no he vuelto a verle. Yo pensaba contárselo, que me había acostado con Grass y eso, y hablar con él. Y quien sabe si hubiéramos arreglado el asunto, no sé... Pero es que ni me dio tiempo.

El sobre tenía mi nombre escrito, y dentro una carta, que creo que escribió allí mismo. En ella me dice que se alegra de que haya elegido bien, de que me lo haya pensado con detenimiento, de que me lo pase bien, y que espera que siempre tenga las cosas tan claras como ahora, con el amor de mi vida. Irónico hasta el final, ¿eh?

Pues vaya historia... -dice, algo ensimismado, el cuco sabiondo de Juan- la próxima vez os pido que me la contéis por fascículos.

Serás hijoputa, si no querías oírla, haberlo dicho -le escupo yo.

Era broma, coño. La historia está guay. Un día pienso escribirla, te lo aseguro -nos dice-. Y necesitaré ayuda, asi que ya sabéis. Por cierto, ¿ni puta idea de donde está el notas ese, no?

Ni puta idea. -decimos Aira y yo casi al unísono, y entonces Juan se va a su cuarto y enciende el ordenador y se pone a teclear como si fuera puesto de espiz hasta el culo. Y yo me seco una lagrimilla que se me ha escapao, así para que nadie me vea, y me pongo a hacerme una pizza y a escucharme el LP "Kunst und Unkusnt" de los Kärnvapen Attack que casi rayamos de tanto escucharlo hace unos añitos.

No hay comentarios: