sábado, diciembre 15, 2007

Amor verdadero



Lo que yo solía hacer era recogerlos. Me paseaba por todas las habitaciones y los recogía uno por uno. Después de un tiempo, acabas cogiéndole el truco. Ciertas verdades eran axiomáticas. Por ejemplo, que si en una de dichas habitaciones no encontrabas nada, era porque no habías buscado bien. No habías sido exhaustivo. Nunca fallaba, siempre estaba ahí. Donde quiera que fueras estaría esperándote un pañuelo seco o húmedo, dependiendo de cuánto tiempo hubiera pasado desde la última deposición. Pañuelos blancos con pequeñas cenefas que los decoraban. Pañuelos repletos de mocos. Verdes o amarillentos o, de manera preocupante, con cierto color sangre.



Lo que ella solía hacer era sonarse la nariz a todas horas y en todo momento, utilizando cualquier pedazo de papel que tuviera a mano y lo que yo solía hacer era recogerlos. Me paseaba por todas las habitaciones y los recogía uno por uno. Su opinión era que nadie, absolutamente nadie, excepto yo, sería capaz de soportar ese estilo de vida. De aguantarla. Por suerte aún no hemos tenido que comprobarlo. Seguimos siendo felices. Por ahora.



No hay comentarios: