miércoles, febrero 07, 2007

El otro día iba yo caminando por la única zona verde de mi ciudad, cuando me encontré a un tipo, un viejo amigo de la escuela. Estaba tumbado y lo rodeaba un montón de gente. Iban todos vestidos iguales, y rodeaban al tipo. Otro tipo, vestido de forma diferente, les presidía, mientras les leía a todos un librucho bastante cutre. Mi amigo, en concreto, estaba tumbado, pero aparentemente yo diría que sobre un lugar incómodo, tallado en madera de pino.

Joder, me dije, me alegro por él, siempre le gustó ser el centro de atención. Me acerqué a mi viejo coleguita y le eché un cubo de pintura encima, por los viejos tiempos, que había comprado en la zona de Capuccinos, en una tienda cuyo nombre no recuerdo. Y menos mal que soy buen corredor, porque la turba que tenía a su alrededor por poco me mata. Lo más curioso es que mi amigo ni se movió, siguió imperturbable, con su cara pálida y ojerosa, chorreando pintura de color verde kiwi. Luego, por la noche, volví al lugar a ver si seguía allí mi amiguete, y parlotear un poco con él. El disfraz de fantasma, bien realista, de muerto viviente estreñido, era el favorito del chaval, y me lo puse por si se acordaba de mí. Cuando llegué habían cerrado las puertas metálicas que guardaban la entrada, y reparé por fin en un letrero que no supe leer, ya que después del accidente, leer es una de las cosas que no he podido volver a aprender. Tampoco, y os lo digo como confidencia, es que yo recuerde al colega éste, pero en el álbum de fotos que me dieron para que recordara, figuraba él, y mis padres me contaron que éramos buenos amigos, que nos gustaba hacer el ganso, disfrazarnos y tirarnos cubos de pintura (abiertos o cerrados) a la cabeza. Como no siento demasiado aprecio por la ley ni la propiedad privada, entré agarrándome a unos barrotes y me puse a buscar, sin rumbo. A este tipo no lo encontré, pero en su lugar apareció otro que después de apuntarme con una linterna y mirarme, pegó un chillido inhumano y cayó rendido al suelo. Después de eso me largué.

Ahora mismo estoy leyendo, y he descubierto en un reportaje de un periódico que mis papis tenían escondido que el viejo tipo, mi amigo, murió en un accidente de coche. El piloto se salió de la carretera, en principio de broma, decían, y después del accidente, él sobrevivió, pero mi coleguita no. El chaval que sobrevivió perdió la memoria, y los padres no quisieron revelarle lo ocurrido pues preferían que fuera acordándose poco a poco. En la parte de atrás del vehículo, iba una chica embarazada, novia del piloto, que también murió. Una historia jodida, ¿eh? Si yo pillara al mamón que conducía...

Ahora entra mi papi al cuarto, con expresión afligida, y mirando consternado lo que tengo entre las manos ¿qué coño le pasará? Y me suelta con voz pastosa, mientras mi madre aparece por detrás: Hijo, tu madre y yo tenemos algo que decirte...

Y yo me sigo preguntando qué coño querrán.

No hay comentarios: